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Thursday 8 August 2013

Vente p’Alemania Pepe y otra serie de catastróficas desdichas: InvitadoAdrián Rodríguez Panes

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No tengo estudios en el campo de la política ni trayectoria como escritor, periodista o bloguero con la que avalar estas líneas. Por ello con este artículo no aspiro más que a trasladar la percepción de gran parte de la ciudadanía española sobre nuestra situación actual y sobre lo que ve en las noticias, a través de un somero análisis de las causas, realidades y consecuencias de la situación de España.
Desde que el castillo de naipes de la economía española, sustentado en gran parte por la especulación inmobiliaria, fuera barrido por la crisis mundial, el paro no ha dejado de crecer, alcanzando la dramática cifra de 6 millones de personas sin empleo. Por otro lado, la implacable sucesión de recortes ha agravado más la depresión y ha aumentado el sufrimiento y la desprotección de los afectados por esta crisis.
El «milagro español» lo llamaban: años felices en los que mientras Europa se estancaba, nosotros no parábamos de crecer (hasta al 4% anual).Tampoco parábamos de hacer pisos, de invertir en especulación (en vez de en industria o economía real) y de despilfarrar en obras faraónicas e inútiles. Todo ello mientras políticos, constructores y banqueros, todos a una, no paraban de llenarse los bolsillos. De esta forma olvidamos rápidamente la situación de años atrás, cuando los españoles debían salir a buscarse un porvenir a Alemania, América… Pues bien, la burbuja estalló y nos devolvió a la cruda realidad. Ahora nos encontramos con un 57,6 % de paro juvenil: millares de jóvenes que ya no cogen la maleta de cartón y toman el tren como en los 60, sino que compran en Ryanair un viaje a la aventura para intentar escapar de la falta de expectativas y posibilidades.
Esta nueva generación de expatriados está formada tanto por trabajadores del sector servicios o de la construcción, que buscan un puesto no cualificado, como por profesionales sanitarios o ingenieros. En muchos casos se trata de personas con estudios superiores que han crecido en un estado de bienestar y relativa bonanza económica, que se ha visto repentinamente truncada dando al traste con sus expectativas de encontrar trabajo, prosperar e independizarse, quedándoles sólo la salida de la emigración (casi 1.000.000 de personas abandonaron España en los dos últimos años). Algunos de ellos consiguen así sus objetivos laborales, mientras que muchos otros se convierten en mano de obra barata con jornadas maratonianas y bajos salarios o incluso se ven obligados a volver con las manos vacías.
Ante esta situación, las únicas respuestas que recibimos de nuestros políticos son recortes sociales y empeoramiento de las condiciones laborales. En definitiva, nos tratan de convencer de que para salir de la crisis el único camino es renunciar al estado del bienestar y las protecciones sociales y trabajar más y cobrar menos para ser más competitivos, pues al parecer, la culpa de la situación la tenemos nosotros; todos los españoles, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, creyendo que teníamos derecho a una educación y sanidad de calidad, a unos salarios y condiciones laborales justas… Como si esto fuera una anomalía o una locura de la época de bonanza que hay que corregir, como si ese hubiera sido el error y no el despilfarro, la corrupción y la incompetencia de los dirigentes, la evasión de impuestos de las grandes empresas o incluso la explotación que sufren los trabajadores en otros países, que nos obliga a ponernos a su nivel para ser competitivos.
En este camino hacia atrás nos encontramos, pues amparándose en la necesidad de reducir el déficit para frenar la deuda pública (que ya alcanza los 882.339 millones de euros, el 83,5 % del PIB), están desmontando el estado del bienestar, aumentando la brecha entre ricos y pobres y abandonando a su suerte a muchas personas en situación límite, como es el caso de algunos desahuciados que han llegado a suicidarse.
Sin embargo, parece que ni esto funciona, pues esta terapia de choque a base de austeridad está acentuando la contracción de la economía y provocando aún más destrucción de empleo, sin lograr siquiera el objetivo de reducir el déficit, con lo que la deuda sigue en aumento tornándose impagable. Quizá esta receta mágica que nos imponen para salir de la crisis sea realmente un «austericidio».


Además, para colmar el vaso de la paciencia de los españoles, los mismos que nos exigen que nos apretemos el cinturón aparecen a menudo involucrados en casos de corrupción. Cada día vemos en la televisión un nuevo escándalo de otro político que engrosó su cuenta en Suiza a costa del erario público o de un empresario que evadió unos cuantos millones a hacienda y que jamás llegará a ir a la cárcel, ni mucho menos a devolver un solo céntimo de lo robado. Nos mienten, niegan las evidencias y ofrecen explicaciones absurdas para acabar evadiéndose sin pagar por sus delitos, lo que lleva a pensar al ciudadano que se están riendo de él.
Todo esto ha provocado que la pasividad ciudadana inicial se torne en indignación y manifestaciones casi diarias, que en apariencia no remueven la conciencia de los políticos, pues ni dimiten ni rectifican un ápice sus políticas. Así, crean en la ciudadanía una sensación de desánimo y desconfianza en la clase política, las instituciones y el futuro del país.

Adrián es licenciado en Ingeniería Industrial de la Universidad Politécnica de Madrid. Le interesan los problemas sociales de la actualidad, siempre utilizando un punto de vista muy crítico. Le apasiona la lectura, desde periódicos hasta todo tipo de novelas, también le encantan el cine y las series. Adrián va a completar sus estudios en Varsovia, Polonia, el próximo curso 2013-14.

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